Que
podría yo decir de Miriam, mi hija, una hija deseada desde antes de nacer, pues
que como para todos los padres sus hijos son lo más importante en la vida.
Ya
desde pequeña era testadura en sus empeños y hasta un triste botón que perdió
en la guardería cuando solo tenía dos o tres años, le parecía una gran pérdida y nos tuvo busca
que te busca hasta encontrarle, porque como ella decía, “era suyo”.
Hubo
una ocasión, en que, por una vez en la vida y no recuerdo el motivo, la castigamos
sin salir y pataleaba y se arañaba como una fierecilla, porque para ella, no
ver a sus amigos era una gran tragedia, aunque tuviera que quedarse después a
estudiar hasta las tantas, no lo cambiaba por nada.
Siempre
reivindicativa, como aquella otra ocasión en que se peleó con su hermano y rompieron
las gafas, asunto que debían arreglar con sus propios ahorros. Nunca
se conformaba, tenía que decir siempre la última palabra y lloraba y decía con
apenas 5 años “Pobrecitos nosotros, con lo que nos cuesta ahorrar” ja, ja ante
todo reivindicación.
Siempre
tenaz y trabajadora, luchadora nata por conseguir sus sueños y con una fuerza
de voluntad arrolladora e incansable heredada de su abuela.
Hoy
quiero decir que estoy muy orgullosa de ella y
muy feliz de que en su camino haya encontrado a una buena persona como
Giuseppe, que sabe comprenderla, tarea difícil, “es broma”, y con el que pienso
va a ser muy feliz.
Pues
bien llegaron los días soñados, los de nuestra “Gran boda Italiana” esperada
durante todo el año y que de verdad han sido días inolvidables, tanto el de la
boda como el de la ronda que le preparó Giuseppe con músicos y cohetes
incluidos y donde las canciones se sucedían con mayor o menor éxito, pero sin
duda, cargadas de sentimientos profundos en esa noche de verano infinita.
Puede
parecer trasnochado tanto romanticismo, pero en los tiempos que corren, donde
lo material parece contar tanto, de vez en cuando uno necesita crear y transportarse
al mundo irreal y fantástico para poder seguir soñando.
En
el aire se respiraba ilusión, esperanza
y felicidad. Miradas de complicidad, discursos llenos de emoción, de amistad y
de cariño sincero y hasta alguna que otra lagrimilla suelta, difícil de
reprimir. Recuerdos también para las personas que no estaban y un sinfín de
sintonías que hacían de cada segundo un momento especial e irrepetible que
quedará en nuestra memoria para siempre.
No
falto, como se puede suponer, el desmadre, la juerga, el baile y la animación más
insólita hasta los confines de la madrugada. Parece ser que todo el mundo
disfruto hasta quedar exhausto.
Tengo
que reconocer que ahora las bodas no son tan tradicionales como eran hace unos
años y se tiende más a la diversión espontánea, sin tanto paso estudiado, por
lo menos las bodas de mis hijos así han sido, realmente divertidas.
Por
todos estos momentos entrañables vividos quiero brindar para que sean felices y
coman perdices para siempre, como se suele finalizar en los cuentos infantiles,
porque esta boda ha tenido mucho de ese tipo de sueños, pompas de jabón
incluidas.
Precioso...😊
ResponderEliminarPrecioso...😊
ResponderEliminarPrecioso...😊
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